sábado, 6 de agosto de 2011

DALMANUTÁ, LUGAR DE PAZ, SILENCIO, CALMA y ORACIÓN

Los despidió y enseguida embarcó con los discípulos
 y se dirigió al territorio de Dalmanutá.

(Mc 8, 10)


Sí que me llevo una pena de Tierra Santa y es no haber podido ver Dalmanutá, una capilla al aire libre que marca el lugar al que el Señor y los discípulos se retiraron, para estar en soledad, inmediatamente después del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, para huir de la tentación de las gentes de encumbrarlo y proclamar su mesianidad impresionados tan sólo porque les había dado de comer, hecho que, por otra parte, sólo narra Marcos en su evangelio.

Se supone que Dalmanutá está situada, por todo lo que he podido averiguar en Internet, antes de partir de viaje, a un tiro de piedra de la Iglesia del Primado de Pedro y por detrás de la Iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces, en la misma orilla del lago… Ciertamente que la busqué, no la supe encontrar en el Primado de Pedro por mucho que oteé la línea de la costa del lago Genesaret desde esa perspectiva en ambas direcciones, aunque no menos cierto es que en Tabgha, en el monasterio benedictino de la multiplicación sí que habia un sendero que partía del exterior del monasterio hacia la orilla, aunque los benedictinos lo tenían cerrado por aquello de las obras… quizás si hubiese sido más valiente se lo hubiese preguntado al benedictino que estaba en la entrada, o al propio Juan Ramón, a quien seguramente no le habría importado “arañar unos minutillos” a nuestro apretado programa de visitas si hubiese sabido de mi interés…

El por qué de esta pena se debe a que Dalmanutá es como se llama mi grupo de oración de la Renovación Carismática Católica en Granada, puede que el nombre os resulte un poco raro, o que ni siquiera supiérais que existe un lugar bíblico con este nombre, cuya etimología, en cierto modo, marca una forma de ser, la misma que queremos imprimir a nuestro grupo de oración:

Dalmanutá”, según la jurisprudencia de los ancianos de Israel (Talmud, Tratado Baba Batra, Capítulo IV, folio 82), puede ser entendida como “terreno ganado con inteligencia”, no cabe duda de que, esta pequeña porción de tierra llamada “Dalmanutá” que hemos recibido, y que no se compone de terreno, sino de personas, que son cada uno de los hermanos que el Señor nos regale, está llamada a crecer, a dar fruto, a extenderse, y todo ello con inteligencia, esa es nuestra vocación, por no decir nuestra responsabilidad.

Algo parecido encontramos en el relato de la pesca milagrosa, según la narración del evangelista Juan (21, 4-5):

Ya de mañana Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era Jesús. Les dice Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Ellos contestaron: No. Les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia de peces.”

Algo tan sencillo como echar las redes del lado de la derecha de la barca, para obtener una gran pesca, pero lo más importante no es el hecho de pescar del lado derecho o izquierdo de la barca, lo más importante del relato es la capacidad de los apóstoles, en ese momento, del fiarse de la palabra del Señor.

Así, Dalmanutá está llamada a pescar donde no se estila, del lado incorrecto de la barca, según se mire, porque hay ciertos sectores para los que su pesca y sus peces ya le bastan, pero no para nosotros, queremos más… Y hay un caladero inmenso para ser pescadores de hombres en los arrabales de la sociedad y de la propia Iglesia.

Seremos inteligentes, y haremos esta labor calladamente, sin escándalo, sin ruido, puede que hasta sin grupo de oración en el sentido tradicional, puede que hasta sin reuniones propiamente dichas, puede que hasta sin grandes manifestaciones… Con la labor callada del boca a boca, del abrazo, del acompañamiento en medio de la vida y sus afanes… En espacios no habitualmente sacros de la calle, la plaza, el lugar de trabajo, la terraza del bar o la propia casa… En las nuevas ágoras de la tecnología, internet, el correo electrónico y lo que la inteligencia humana nos siga brindando…

Y así Dalmanutá seguirá creciendo, como terreno ganado inteligentemente, donde cada palmo, cada hermano, será conquistado quizás no al son de trompetas y aclamaciones, como en Jericó, sino al son de los sollozos y los ayes de la vida, pero por eso mismo, un solo palmo de terreno, un solo hermano, que serán de Dalmanutá para siempre, porque nuestro afán no es retenerlos, sino que lleven siempre a Dalmanutá en su corazón, y con ella, a su Señor.