jueves, 11 de agosto de 2011

LA PISCINA DE BETESDA O PROBÁTICA

Hay en Jerusalén una piscina probática,
que se llama en hebreo Betesda,
porque tiene cinco pórticos.

(Jn 5, 2)


En las inmediaciones de la Iglesia de Santa Ana, en sus járdines, se encuentran las excavaciones arqueológicas de lo que era la piscina de Betesda, llamada también probática, mencionada en el Evangelio de Juan en el célebre milagro de la sanación del Paralítico, sin embargo, antes de este acontecimiento evangélico, la piscina tenía una acreditada historia y antigüedad.


En el lugar, que se supone nacimiento de alguna fuente de agua natural, de hecho, algunas de las cisternas, hoy en día, siguen teniendo agua en el fondo, se construyó, hacie el Siglo VIII AC la primera piscina, y posteriormente, en torno al Siglo III AC se hizo una reestructuración de la misma, y la excavación de nuevas cisternas, bajo el pontificado del Sumo Sacerdote Simón.


Desde entonces el lugar se hizo famoso como lugar de baños, hay quienes sostienen que las aguas eran de carácter termal y mineral, otros autores dicen que la fama de santidad de las aguas se debía a que en dichas piscinas, que están muy cerca del Templo, era donde se lavaban los corderos de los sacrificios del Templo. De hecho, la referencia más antigua a la piscina de Betesda la encontramos en el libro de Isaías, donde se la menciona como la “heredad del lavador” o el “campo del lavador (Is 7, 3 y 36, 2).

Lo cierto es que el lugar estaba siempre plagado de gran cantidad de “enfermos, ciegos, cojos, paralíticos” (Jn 5, 3), esperando sanar con los baños, aunque al parecer, en tiempos de Jesucristo, el origen de la santidad de las aguas había evolucionado en el pensamiento de las gentes, pues se creía que “un ángel del Señor se bañaba, de tiempo en tiempo, y agitaba las aguas, y el primero que se bañaba después de ceder la agitacion del agua, sanaba” (Jn 5, 4)


Posteriormente el lugar fue convertido, durante la ocupación romana, en unos baños y termas romanas, con sus distintas estancias, piscinas, taquillas, gimnasio y todo lo que se correspondia con un establecimiento de estas características. Como se puede apreciar en la reconstrucción de Jerusalén en tiempos de Jesús que hay en el museo de Jerusalén.


Actualmente las excavaciones arqueológicas han dejado al descubierto la cubeta de la piscina probática original, la que aparece en el evangelio de Juan, lugar del milagro de la sanación del paralítico.

Se conservan igualmente las cisternas, alguna de las cuales aún tienen agua en la actualidad, dada su enorme profundidad, yo hice una foto a una de ellas, y el resultado que obtuve, por la oscuridad de la cisterna y el calor reinante, fue el reflejo del flash de la cámara en todas estas partículas de agua en suspensión… si sois amigos de las cosas paranormales, hay quien sostiene que esta especie de “orbes” que aparecen en grupos, o aislados en algunas fotos, no son agua en suspensión, sino una especie de “entes buenos” que pululan a nuestro alrdedor y que no somos capaces de percibir con el ojo humano… para que os hagáis una especie de hadas buenas, parecidas, por su forma y brillo, para que os hagáis una idea a “Campanilla”, el hada que acompañaba a Peter Pan, entonces para los que creáis en estas cosas, interpretad esta foto como “peregrinación de hadas madrinas en las piscinas de Betesda”.


Finalmente, el conjunto se ennoblece con los restos arquológicos de la época romana propiamente dicha, ya que si había algo de lo que los romanos gustaban era de los baños públicos, y su arquitectura civil, para este tipo de instalaciones, era –simplemente- impresionante.

La enseñanza de la piscina de Betesda, es la de la sanación del paralítico por parte de Jesucristo, nos lo narra Juan en su Evangelio (Jn 5, 5-9) de la siguiente manera:

Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús lo vio acostado y, sabiendo que llevaba así mucho tiempo, le dice: ¿Quieres sanarte? Le contestó el enfermo: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando yo voy, otro se ha metido antes. Le dice Jesús: Levántate, toma tu camilla y camina. Al punto se sanó aquel hombre, tomó su camilla y echó a andar.

Y es que esto es lo que le pasa a toda la gente que nos rodea… que pueden estar sufriendo, enfermos, pisoteados, faltos de cariño, de apoyo, de escucha y de solidaridad y nadie acude en su auxilio… hace falta el poder de Dios para auxiliar a una persona que llevaba la friolera de treinta y ocho años esperando en la solidaridad de sus hermanos… ¿Vamos a ser, y no se me ocurre otra palabra, lo siento, tan cabrones, para que cualquier persona que necesite de nosotros, tenga que esperar treinta y ocho años? El Señor nunca va a hacer la parte que a nosotros nos toca porque, ciertamente, aquel hombre habría andado mucho antes, si tan sólo alguien le hubiese ayudado a bajar a la piscina ¡Terrible lección! ¿Verdad?