jueves, 11 de agosto de 2011

EL MONTE DE LAS BIENAVENTURANZAS

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó,
sus discípulos se le acercaron.
Y tomando la palabra, enseñaba diciéndoles:

(Mt 5, 1-2)


En el Monte de las Bienaventuranzas se encuentra la Iglesia del mismo nombre, enclavada en el paraje en el que se supone Jesucristo dio una de sus predicaciones más largas, llamado el Sermón de la Montaña, y cuyo inicio lo constituye la proclamación de las Bienaventuranzas (Mt 5, 3-10:


Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra.
Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios
Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.

Por cierto, que si alguno se vio incapaz de aprenderse las bienaventuranzas, aquí tenéis una pequeña regla memotécnica “pomanllosedmislimpaper” (la primera sílaba de cada una de ellas) “pobres-mansos-lloran-sed-misericordiosos-pacíficos-perseguidos”.

Bromas aparte, los autores cristianos están de acuerdo en considerar que las Bienaventuranzas son una especie de Carta Magna, de auténtica constitución del Reino de Dios, una auténtica inversión de los valores del mundo, y del ese ir contracorriente que es el cristianismo. Y lejos de lo que pueda parecer no son una negación conformista del hombre ante todo lo malo que le suceda, sino una exaltación a la solidaridad humana… de esta manera sólo quien se siente hambriento puede comprender el hambre de sus hermanos, sólo quien se siente perseguido sabe comprender cuán injusta es esta situación cuando otro la padece, sólo quien tiene misericordia con los demás puede esperar que tengan misericordia consigo…


La Iglesia es redonda, y en su centro, que se puede contemplar paseando en redondo a su derredor, se encuentra un arco bajo el cual se encuentra el Sagrario, dando a entender, simbólica y arquitectónicamente, que Cristo eucaristía, realmente vivo y presente en el sagrario, debería ser el centro de la vida del cristiano.

Y hablando de símbolos que hablan al corazón por sí solos, me ha llamado poderosamente la disposición del crucifijo en el interior de esta Iglesia. Está dentro de una urna de cristal, pero dando la espalda al templo, ya que se encuentra de cara a la ventana, contemplando el bello entorno del Monte de las Bienaventuranzas, ahora embellecido por los jardines que cuidan las religiosas que habitan el monasterio anexo a esta iglesia, como dando a entender que al Señor le gusta esa visión, que sigue en el monte, predicando constantemente, y sin fin, las Bienaventuranzas, a todos los que, con el corazón abierto, tomen asiento en el monte, como hace dos mil años, y se dejen enamorar por una palabra nueva para un mundo viejo...



Como detalle curioso, en el interior de la Iglesia, en el hall de entrada, se encuentran las estolas sacerdotales de los papas Juan Pablo II, beato y de Pablo VI, en sus respectivas visitas a esta iglesia de las Bienaventuranzas.