domingo, 7 de agosto de 2011

JERICÓ, LA FE TODO LO PUEDE...

A la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron las trompetas
 y Josué ordenó a la tropa:
¡Gritad, que el Señor os entrega la ciudad!

(Hechos 1, 11)


Jericó, a la sazón la ciudad más antigua del mundo, de la que ya constan asentamientos humanos de hace diez mil años (aunque recientemente he sabido que la ciudad de Damasco le disputa este título) fue todo un hito en la historia de la consolidacion del pueblo de Israel naciente.

Nos lo cuenta el Libro de Josué, en la Biblia, que los israelitas iban conquistando poco a poco, y no sin esfuerzo, la tierra prometida por Dios, y se toparon con la ciudad de Jericó “cerrada a cal y canto”, es decir, abastionada ante la que se les avecinaba. Josué manada unos espías para comprobar la accesibilidad de la ciudad y los espías se refugian en casa de una prostituta, llamada Rajab, que les ayuda, especialmente en el momento en que los espías son descubiertos por las autoridades de la ciudad, y Rajab les ayuda a descolgarse por el muro desde la terraza de su casa. Rajab, la prostituta, sólo pide una cosa, que cuando la ciudad caiga en manos de los judios, que respeten su vida y su casa por lo que les ha ayudado… Y así sucedió, cuando los israelitas conquistaron Jericó, con la ayuda de Dios, que hizo caer las murallas de Jericó, al dar los sacerdotes siete vueltas alrededor de las murallas con el Arca de la Alianza y al son de trompetas, los nuevos conquistadores respetaron la casa de Rajab, la prostituta, identificada por un lazo rojo que había atado en una ventana…

…sea como fuere lo cierto es que, la actual Jericó, más bien lo que queda de ella, recibe el nombre actual de Tell-es-sultan, siendo curioso que la palabra “tel” significa “colina”, aunque en este caso la colina se debe a los sedimentos, o capas, de las sucesivas capas de reconstrucciones y destrucciones sucesivas que ha tenido esta ciudad… se han contado hasta once capas o catas arqueológicas sucesivas, destacando una de ellas, que es de color más oscuro a la del resto, que los expertos identifican como el nivel de un gran incendio destructor de la ciudad (¿la invasión israelita?), y otras capas que hablan de terremotos…

Actualmente, de forma paradójica, lo que se puede visitar de Jericó no son sus ruinas, que yo me imaginaba que íbamos a ver las famosas murallas semi-derruidas, sino sus “catas arqueológicas”, es decir, asomarse a grandes simas, excavadas por los arqueológos en las que se aprecian las sucesivas capas, aunque como ahora Jericó ha pasado a depender de la Autoridad Palestina, y ya sabemos la pobreza en general del pueblo palestino, ahogado en lo económico por Israel, la erosión y las lluvias, cuando las hay, están corriendo el terreno y volviendo a tapar lo poco que se había excavado, de la misma manera, algunos intentos que había de reconstruir Jericó, aunque fuese sólo de cara a los turistas, también han quedado paralizados…

Aunque en lo arqueológico ha sido para mí una gran decepción, yo esperaba ver murallas, no simas… he de decir que en lo sentimental si me ha llamado la atención esta visita a las ruinas de Jericó, ya que en la Renovación Carismática Católica, y en otros grupos fuertes de oración, por aquello de que Jericó cayó por la fe de los judíos en el Señor, hay una práctica de oración llamada “El muro de Jericó” consistente en orar, siete días seguidos, si puede ser ante el Santísimo Sacramento expuesto, ante una misma intención o petición, con la confianza puesta en el Señor de que, pasado ese tiempo, por muy difícil que parezca, el Señor saldrá valedor por nosotros…

Jericó es lugar también de la actuación del profeta Eliseo, concretamente nos lo narra el Segundo Libro de los Reyes:

Los habitantes de Jericó dijeron a Eliseo: El emplazamiento de la villa es bueno, como el señor puede ver. Pero el agua es malsana y hace abortar a las mujeres. Eliseo contestó: Traedme un plato nuevo con sal. Cuando se lo llevaron, fue al manantial, echó allí la sal y dijo: Así dice el Señor: Yo purifico estas aguas. Ya no saldrá de aquí muerte ni esterilidad. Y el agua se volvió potable hasta el día de hoy, conforme a lo que dijo Eliseo.

(II Reyes 2, 19-22)

Y es curioso porque, en el lugar, en el que efectivamente se encuentra dicha fuente, la misma marca la diferencia entre el desierto y el pedregal más árido, de la fuente hacia arriba, las actuales ruinas de Jericó, y el más impresionante vergel, de la fuente hacia abajo, el emplazamiento actual de la ciudad moderna.


Y os diré también, a modo de curiosidad, que en ese lugar es en el que almorzamos aquel día, en el restaurante llamado, como no podía ser de otra forma: “La fuente de Eliseo”, en cuya entrada habia una fuente con agua, proveniente de la original, que se haya protegida por una edificación y un cercado de alambre de espino, dado lo escaso que es el agua como bien de primera necesidad, en la que distraidamente jugaban los patos…

¡Ah, se me olvidaba! ¿Qué pasó con Rajab, la prostituta de Jericó? Josué perdonó la vida de Rajab y de toda su familia, con todos sus bienes, y ella vivió en medio de Israel hasta el final de sus vidas, o sea que se quedó a vivir con el pueblo escogido por Dios (Josué 6, 25), y aún un detalle más curioso, Rajab la prostituta aparece citada dentro de la genealogía de Jesús que nos ofrece el evangelio de Mateo… para algunos puede parecer un escándalo ¡una prostituta en la genealogía del Señor! pero es que olvidamos que, para salvarnos, el Señor no se vale de ángeles ni de grandes milagros, sino de personas, en este caso, de una prostituta que fue pieza clave en el cumplimiento de la Palabra del Señor, es decir, la caída de Jericó, y en nuestro caso, cada vez que con fe, aceptamos los planes del Señor en nuestra propia vida…