domingo, 7 de agosto de 2011

EL SEÑOR ASCENDIÓ A LOS CIELOS Y LOS PEREGRINOS MIRAN AL SUELO...

Galileos… ¿Qué hacéis ahí plantados,
mirando al cielo?

(Hechos 1, 11)



La verdad es que la historia ha cambiado mucho desde que los ángeles le echaron en cara a los discípulos que se habían quedado, “embobados” mirando al cielo al ver partir al Señor en la Ascensión, ya que ahora, al contrario, la pregunta que se ha de hacer a los peregrinos es la contraria: “Peregrinos… ¿qué hacéis ahí plantados, mirando al suelo?”…

La cosa es como sigue, si no me enteré mal, resulta que la antigua iglesia de la Ascensión del Señor estaba construida en planta octogonal, sobre parte del monte en el que se encuentra el Huerto de los Olivos, hasta la invasión de Jerusalén por parte de los musulmanes que, como ya sabemos, arrasaron todo lo cristiano y todas las edificaciones de los cruzados cristianos… de esta forma, actualmente sólo queda de dicha iglesia una traza de muro, octogonal, en cuyo centro hay un pequeño “edículo”, o lo que es lo mismo, una mini-construcción, que los musulmanes edificaron para preservar el resto, que además, hoy día está anexo a una mezquita, por lo que es de propiedad privada y los cristianos hemos de pagar “la correspondiente entrada” para poder verlo…

Verlo, verlo, lo que se dice ver no hay mucho que ver, el edículo propiamente dicho, y la curiosidad de que en su interior se conserva, protegido por un marco, un trozo de la roca madre del monte, en el que se dice “se aprecian las huellas de Jesucristo”...

He de reconocer que yo le eché la foto correspondiente aunque sin saber muy bien cómo, ni dónde, ni en qué manera se apreciaban las huellas de Cristo… por eso he dicho que la gracia del lugar, ahora, es mirar al suelo, no al cielo…

Sea como fuere, ciertamente, no ha sido uno de los sitios que me hayan conmovido especialmente de este viaje, me ha pasado un poco como con el Santo Sepulcro, que sí, que aquí resucitó el Señor, o aquí ascendió al cielo –en este caso- pero me conmueve mucho más el corazón imaginarme y sentir, por ejemplo, a Jesús llorando por Jerusalén en la capilla de Dominus Flevit, que imaginándomelo volando hacia arriba en plan Superman… ¡qué le vamos a hacer, la fe de cada cual es personal, y me conmueve siempre mucho más la parte humana de Jesús que la divina!