domingo, 7 de agosto de 2011

GENTES DE JERUSALÉN

Todos los pueblos que hiciste
 vendrán a postrarse en tu presencia
y honrarán tu Nombre, Señor mío.

(Salmo 86, 9)


Una cosa está clara, y es el cumplimiento de esta profecía, contenida en el Salmo 86 en Tierra Santa, especialmente en la ciudad de Jerusalén, y no lo digo sólo porque sea el centro de las tres grandes religiones monoteístas de la humanidad, de los judíos por aquello del Templo de Salomón y ser su capital por excelencia, de los musulmanes, por la Mezquita de la Roca, en la que se conserva la roca desde la que Mahoma ascendió al cielo acompañado por el ángel Gabriel, y de los cristianos, por ser el lugar de la resurrección de Cristo, y el Santo Sepulcro, sino por la gran cantidad de personas, de todos los lugares de la tierra, peregrinos aparte, que se congregan en esta tierra santa…

Así, por ejemplo, pocos de los peregrinos saben la cuestión del status quo, que tantos quebraderos de cabeza dan a los franciscanos… La cuestión del status quo hace referencia a la custodia, gastos de conservación, celebraciones litúrgicas y horarios de todo lo referente a la Basílica del Santo Sepulcro y otros lugares santos, en constante disputa entre las distintas confesiones cristianas, amén de las interferencias musulmanas (las distintas veces que Jerusalén cayó en manos de los musulmanes) cuando no los propios avatares históricos… Por status quo se entiende el que todos los implicados, han de respetar la costumbre y el estado del Santo Sepulcro, tal y como estaba en el momento en el que se alcanzó el último acuerdo… ejemplo de ello es la famosa “escalera infamante” que se encuentra en la fachada, que se quedó ahí, por unas obras, y nadie se atreve a moverla desde hace dos siglos, por no vulnerar el status quo

Así, por ejemplo, aunque nos parezca que no, cada confesion tiene su hora de celebración litúrgica y su lugar asignado, hasta el punto de que “colarse un minuto” ya supone un problema serio, ya que a quien le toque el turno, no dudará –expecialmente si son los ortodoxos o los armenios- en desalojar a los anteriores incluso con el uso de la fuerza… como alguna que otra vez ha salido en el TELEDIARIO… nosotros fuimos testigos de ello, por ejemplo, en la Basílica de la Natividad, en la que nos entretuvimos demasiado por aquello de la cola para besar la estrella del nacimiento, y al salir casi lo tenemos que hacer “volando” por no estrobar una celebración ortodoxa que había empezado, sin molestar, ya que estaban en nuestro sitio de paso… ¡pero a ellos les daba igual! ¡era su capilla y su hora!, o por ejemplo, en la Tumba orotodoxa de la Virgen, que nos dio la hora de cerrar y un pope ortodoxo, con cajas destempladas, se puso a dar gritos como si estuviera anunciando higos en un mercado, para que saliésemos todos de allí por patas, porque iban a cerrar…

Otro ejemplo curioso del status quo es que, cuando al fin, las distintas confesiones se reunieron (católicos, griegos ortodoxos y armenios) para distrubuirse y repartirse “como buenos hermanos” cada una y todas de las capillas laterales, por no decir hasta el último rincón y estancia, de las instalaciones del Santo Sepulcro, los llamados etiopes o coptos (confesión cristiana, de las más antiguas del planeta, de origen etíope) llegaron tarde al reparto y por no violentar el status quo se les asignó lo que aún no se había repartido ¡la azotea de la basílica! Y, efectivamente, allí es que los coptos etíopes tienen sus capillas, sus eremitorios, sus celdas monásticas y su seminario, aunque en unas condiciones tan ínfimas que los franciscanos se han visto obligados a costear, de su propio bolsillo, unas nuevas dependencias para ellos, mucho más dignas… eso sí… ¡sin salirse de la azotea!

Es verdad que hasta este momento me gustaba mucho la ortodoxia, ya que la belleza de los iconos es sublime, y tienen una gran sensibilidad litúrgica, que se acrecienta con la belleza de sus celebraciones en las que la luz, las velas y el canto coral hacen que todos los presentes entren en la celebración… todo ello no quita que sean unos auténticos dejados, por no decir literalmente, sucios, en lo que se refiere a la conservación de aquellos templos o capillas que están bajo su control… será por aquello de su devoción por la velas pero todas sus iglesias son oscuras, sucias, con una pátina de hollín que estropea los iconos, las paredes y lo ennegrecen todo, y tienen escaleras, cubos de fregona, basura y enseres amontonados y escondidos por cualquier rincón, como si en vez de en un lugar santo, estuvieran, literalmente en una cuadra o en un trastero… Ejemplo de ello fue, para mí, la tumba de José de Arimatea, en el Santo Sepulcro (claro, como según el Evangelio, José de Arimatea cedió su propia tumba para el Señor, él se tuvo que preparar otra), que tenían convertida en un trastero, pese a hallarse inmediatamente detrás de la tumba del Señor.

Nada que ver, sin embargo, con los armenios, de lo que hemos podido visitar de los armenios ha destacado uno de sus conventos en Jerusalén, en el camino de la propia Vía Dolorosa, que además les fue contruido por una reina medieval española, aunque ahora no me acuerdo del nombre, y que era muy bonito… o el convento armenio en la ciudad de Hafa (o Joppe) al que pude acceder brevemente, para hacer una foto fugaz de su celebración y de la belleza del iconostasio abierto.


Ahora bien, como enamorado que soy de la presencia del Señor en la Eucaristía, y de mis ratos de oración y adoración ante el Señor en la custodia, me quedé anonadado ante la belleza, buen gusto y exquisito tratamiento litúrgico de una capilla que tienen los armenios, en la Vía Dolorosa, para adorar al Señor, no nos pudimos quedar por aquello de las prisas que no llegamos a la siguiente visita, pero magnífica la excelente custodia sobre la que se veneraba al Señor…


Muchas comunidades religiosas realizan su trabajo en Tierra Santa, aunque sólo sea por aquello de tener una comunidad, simbólicamente, establecida en Jerusalén…

Evidentemente nada voy a decir de los franciscanos, cuya presencia, como nos dijo el Vice-Custodio franciscano de Tierra Santa en una audiencia que nos concedió, el Padre Artemio, por cierto, español, ha sido constante e ininterrumpida en esta tierra santa, incluso en los peores tiempos de las cruzadas o del islám, y que no poca sangre de nuestros hermanos se ha vertido a lo largo de la historia…por eso muchos religiosos y religiosas tienen casas en esta zona, así me llamó la atención ver a religiosas Misioneras de la Caridad, fundadas por Teresa de Calcuta, establecidas en Jerusalén… y hay que decir que no sólo lo hacen por lo simbólico del lugar, sino también por las necesidades de esta tierra, que aunque uno crea que viven en la abundancia, por aquello del turismo, todos los ingresos quedan en manos del gobierno israelí… y son muchas las iniciativas sociales (colegios, conservatorios, institutos, asilos, hospitales…) especialmente con el pueblo palestino, del que no olvidemos el 40 % son cristianos, y del que no me canso de decir que están siendo masacrados en lo económico y en lo social por los judíos, que se llevan a cabo y se costean por todas estas congregaciones religiosas.

Hablar de las gentes de tierra santa es hacerlo de los judíos, aunque los judíos son una sociedad prácticamente laica, que celebran (no olvidemos que casi todas sus celebraciones son familiares) apenas unas cuantas fechas religiosas al año, que tienen sus sinagogas lo mismo que nuestras parroquias, para el “cumplimiento” semanal, y que mantienen ciertas costumbres más que nada, por la estética, como la kippá de los hombres… pero mención aparte merecen los ortodoxos, todo el día presumiendo de sus filacterias, sus paños de oración, sus levitas, sus sombreros de copa, sus patillas y sus barbas… todo el día rezando y lamentándose por la pérdida del templo… Y es que, aún siendo gentil, es decir, creyente no judío, puedes acercarte al Muro de las Lamentaciones, siempre que te pongas la kippá, donde puedes coincidir, codo con codo, con un joven judio, de vaqueros desgastados, con un monopatín en la mano, su kippá y su camiseta de Mc’Donald, orando junto a un soldado, con toda su paramenta y su kippá militar, además de los ortodoxos, pero no te acerques demasiado porque si es de los intransigentes de verdad ¡puede llegar a escupirte y todo!

Entre las gentes curiosas que he visto a lo largo de este viaje destaca por ejemplo, el franciscano que me “ayudó” a identificar la tierra santa correcta en la cima del Monte Tabor (léase esa entrada para entenderlo), y que en esta foto aparece, dando la bienvenida, a la Basílica del Monte Tabor, a una peregrinación italiana que iba encabezada por su obispo, que es el sacerdote vestido de clergyman que le acompaña, con la cadenilla de su cruz pectoral al cuello –por cierto, para ser obispo e italiano era más afable y cercano que muchos de nuestros obispos españoles- ya que me preguntó en una especie de italo-espanish, de forma muy afable y cercano, que de dónde era y que era esa bolsa que llevaba en la mano

Hicimos el correspondiente Vía Crucis por la Vía Dolorosa, como no, que es cosa que se supone que hay que hacer en Tierra Santa, un poco a regañadientes de nuestro guía que lo consideraba una ñoñería, entiéndase bien, porque un vía crucis con devoción se hace mejor en España, en cualquier parroquia, que en Jerusalén, con el constante acoso de todos los vendedores que te asaltan para que les compres, amén del trasiego de las gentes que viven en la ciudad, que no van a detener su vida porque unos extranjeros estén rezando ¡la ciudad es suya, no de los extranjeros!, aunque llegando nosotros a la meta, esto es, el Santo Sepulcro, si que pude hacerle una foto a unos peregrinos italianos que estaban haciendo el vía crucis con cruz y todo…

En el Monte Tabor, nuevamente, había una excursión de peregrinos camerunenses,m que nos hicieron esperar para poder visitar nosotros la basílica porque ellos estaban celebrando, lo llamativo de sus vestimentas se debía a que venían, previamente, de visitar el río Jordán, de celebrar y renovar sus promesas bautismales y esas vestimentas son las que se ponen ellos los días de fiesta y de más alegría, pues con sus colores ahuyentan las penas y los sinsabores de cada día, teniendo en cuenta, además, las precarias condiciones de vida que hay en ese tipo de países, toda una lección de lo que es exteriorizar, con alegría, lo que se vive, se celebra y se cree por dentro.

En las afueras de la Iglesia ortodoxa de la Fuente de la Virgen hice esta foto a unas mujeres, que se bajaron de un taxi, que hay que ver lo bien aprovechado que lo llevaban, que se bajaron lo menos seis, de un taxi normal, y que eran de nacionalidad soviética, aunque residentes en la zona, y que iban a visitar la Iglesia… me parecieron, por sus vestidos y sus pañuelos, tan prototípicas de lo que son las típicas matriuskas rusas… así rechonchas, regordetas y con cara de buenas mujeres que en sus arrugas te cuentan las miserias y las penalidades de su vida…