jueves, 18 de agosto de 2011

EL MUSEO DEL HOLOCAUSTO

Al menos el Holocausto demostró
que cualquier ideología seglar
puede ser tan mortífera
como cualquier cruzada religiosa

(Karem Armstrong)


Gracias a Sergi, una tarde después de comer en la que nos sobraban unas horas, pudimos visitar el Museo del Holocausto Nazi sobre el pueblo judío, visita que él quería hacer y a la que nos invitó, y como había que desplazarse a la otra parte de la ciudad nueva de Jerusalén, él se encargó de llamarnos el taxi y apalabrar con el taxista el precio del recorrido, así como que nos recogieran al regreso.


El Museo es impresionante, se nota que el Gobierno Israelí no ha escatimado medios económicos ni humanos para levantar este imponente edificio, junto con todas las hectáreas de terreno, en las que hay también gran cantidad de instalaciones al aire libre.

En el interior del Museo, a lo largo de las distintas salas que discurren por un pasillo, se va a haciendo un recorrido histórico de todo lo que supuso el holocausto: los totalitarismos en la europa de entreguerras, el ascenso del nazismo al poder, el pensamiento nazi, la noche de los cristales rotos, el ghuetto de Varsovia, la vida en el ghuetto, los campos de concentración, al vida y la muerte en los campos, la liberación y la vida de los supervivientes. En todas las salas hay vídeos de supervivientes que dan testimonio de cada una de las áreas tratadas, y tampoco se ha escatimado nada en la presentación de las salas y objetos que contienen, así, por ejemplo, entre dos grandes metacrilatos se puede contemplar la famosa Lista de Schindler, con los nombres de todos aquellos a los que salvó.


Destaca la Cúpula de la Memoria, que remata la sala circular en cuyas estanterías se guardan las fichas con la historia, recuerdos y datos biográficos de cada una de las víctimas, a pesar de los miles de ficheros ahí conservados, el arquitecto quiso rematar el espacio con una cúpula iluminada de la que penden los retratos de algunas de las miles de personas ejecutadas, de esta forma nos hacemos conscientes de que no son números, no son una estadística, sino que fueron personas reales, con nombres y apellidos, con una vida… y destaca la gran cantidad de imágenes de niños que se encuentran en la bóveda.


Aunque los niños tienen una parte de memorial o recuerdo especial en el museo, en las instalaciones exteriores. En el llamado Paseo de los Niños se accede a una sala en la que sólo hay una vela de te, encendida, que gracias a un juego de espejos, parece llenar la sala en miles de ellas, como una bóveda estrellada, al tiempo que se proyectan diapositivas con todos los niños que murieron en los campos de concentración, mientras una voz recita sus nombres y la luz juega, con una música muy tenue, que se va incrementando de una forma imperceptible, jugando con la luza, como dando a entender la vida que pudo ser y no fue, la plenitud que no llega.


En el exterior se encuentra también el jardín de los Justos entre las Naciones, que como sabéis son todas aquellas personas que siendo gentiles, es decir, de religión no judía, sin embaergo, durante aquellos terribles años dedicaron todos sus esfuerzos a salvar vidas de judíos, que de otra forma habrían perecido en los campos de exterminio. Al principio del jardín hay unos paneles con los nombres de los Justos entre las Naciones ordenados por países, en donde pudimos comprobar que hay dos españoles entre ellos:

Angel Sanz Briz, era diplomático español (1910-1980), destinado en Hungría al tiempo de estallar el nacionalsocialismo. Por la vía diplomática negoció con el gobierno húngaro acoger en la embajada a doscientos judíos de origen sefardita (por aquello de su vinculación con España), aunque sin que lo supieran las autoridades húngaras, gobierno títere de Alemania, ni los nazis, el cómputo total de judíos que salvó fue de cinco mil doscientos, por el simple procedimiento de no volver a otrogar a nadie el salvoconducto numerado más allá del número doscientos que se le había autorizado, o sea que el último salvoconducto era el número doscientos, y el siguiente era otra vez el número doscientos, así cinco mil veces más, además alquiló, de su propio patrimonio gran cantidad de inmuebles, en los que esconderlos, que quedaban protegidos por el simple procedimiento de rotular en sus puertas “Edificio anexo a la embajada de España”

Por su parte, José Santaella era diplomático en la embajada de España en Berlín, por lo que su situación era muy comprometida, casado con una ciudadana alemana Carmen Schrader, contribuyó en el año 1.940 a salvar a algunos judíos condenados a los campos de exterminio, concretamente, a Gertrud Neumann, y a las hermanas Ruth y Gertrud Arndt.


A continuación el jardín transcurre por un paseo enorme, a las afueras del museo, en todo un parque, en donde cada uno de los justos tiene plantado un árbol con su nombre, en perpetuo homenaje.

Como se sabe los judíos suelen hacer la memoria de sus difuntos y honrarlos mediante la colocación de piedras sobre las lápidas de sus cementerios, ello se debe, según nos explicó nuestro guía a tres motivos fundamentales: En primer lugar porque las piedras, al contrario que las flores, ni se estropean, ni se las lleva el viento, con lo que la memoria de la visita del difunto, por parte de sus seres queridos, permanece siempre sobre su tumba; en segundo lugar porque es una cosa que como no llama la atención nadie tiene la tentación de robar, ni de mover de sitio, como podría pasar, por ejemplo, en el caso de las flores, y finalmente porque el dinero que se podría dedicar a flores se dedica a obras de caridad, las que dispusiese el difunto en su testamento. A lo largo del recorrido ésta es una forma de honrar a los difuntos que se hace muy presente en todo el exterior, destacando este monumento memorial, en el que precisamente destaca ésta idea de honrar a los difuntos con la piedra.


Hay obras de arte en el exterior, donadas por gran cantidad de autores contemporáneos, sean judíos, o de otras nacionalidades, todas ellas tienen algún mensaje o significado, relacionado con el holocausto. Especialmente impactante, para mí fue esta imagen, en la que parece que una madre y su hijo se abrazan, llorando, que se titula “Separación del Ghuetto”, así como el monumento en el que se conmemoraba la labor de un rabino, que en el ghetto de Varsovia, acogió y refugió a gran cantidad de huérfanos, aunque finalmente todos ellos fueron exterminados.


Y para testimonios impresionantes, la presencia en el paseo de los Justos entre las Naciona, de un vagón original de los usados por los nazis para el transporte de personas hacia los campos de concentración y de exterminio.


Con todo, pese a lo desgarradora que es la visita al museo del holocausto, viendo y contemplando las imágenes del genocidio judío llevado a cabo por los nazis, uno no dejaba de interrogarse acerca de cuán poco han aprendido los judíos de su historia reciente y de su sufrimiento pasado, toda vez que si hablamos de exterminar y masacrar a un pueblo, ellos mismos están haciendo lo mismo en lo que al pueblo palestino se refiere, por mucho que manifestar esta opinión, y más en este contexto, pueda parecer políticamente incorrecto, como se suele decir.