jueves, 18 de agosto de 2011

EL MURO DE LAS LAMENTACIONES

Ha demolido mis muros y tengo que marcharme,
ha descuajado mi esperanza como un árbol.

(Job 19, 10)


Hay que decir, en honor a la verdad, que el Muro de las Lamentaciones, impresiona… seguramente si nosotros en vez de tener cientos de parroquias católicas, en las que hay de ordinario “cuatro gatos” (me refiero a un domingo cualquiera, no a las fiestas de guardar como dicen los mayores), sólo tuviéramos un lugar de oración la afluencia de gente al mismo impresionaría de la misma manera y es que, el Muro de las Lamentaciones, nunca está solo, siempre hay judíos orando ante él y el nombre, que le viene dado por los lamentos del pueblo judío por haber perdido el Templo, del que el muro es su muro occidental, le hace honor ya que, aparte de rezar, en verdad hay judíos que lloran y sollozan ante él.


Es uno de los lugares que con más cariño he visitado, ya que fue la primera visita que hicimos, la noche del primer día, fuera de la visita oficial, cuando por fin un grupo de peregrinos nos atrevimos, después de cenar a pasear por la ciudad vieja de Jerusalén por nuestra cuenta y riesgo, aunque bendita osadía ya que nos permitió empezar a conocernos a los distintos peregrinos, que hasta ese momento no éramos más que compañeros de viaje, y porque siendo Shabat, el día de oración por excelencia de los judíos, el Muro estaba a rebosar, ofreciendo una estampa impresionante.


Para que os hagáis una idea, el recinto del Muro está dividido en dos partes, una primera, que es la enorme plaza en la que se ubica, en la que se puede contemplar el muro sin perturbar el rezo de los que allí se encuentran, y luego el espacio de oración propiamente dicho, a pie del mismo muro, al que también podemos acceder los gentiles, los no judíos, con la condiciónde respetar el carácter sagrado del lugar, mediante la imposición sobre nuestras cabezas, en señal de respeto, de la kippá, el gorro judío, que turistas y pobres pueden coger gratuitamente, confeccionados en tela blanca, de un carromato que se encuentra a la entrada de este recinto sacro. A su vez el espacio de oración está dividido en tres partes:


Una primera parte, la del muro que se prolonga por un espacio abovedado, de la misma antigüedad, en la que se encuentran las escuelas rabínicas, el scriptorium de los rabinos, los espacios para el debate entre las distintas escuelas rabínicas, las estanterías con los libros sagrados (casi todos ellos salterios en hebreo) y el impresionante armario en el que se conserva la Torah, el rollo con la Palabra de Dios, es decir, el Pentateuco, los cinco primeros libros de nuestro Antiguo Testamento.

Una segunda parte, al aire libre, de oración para los hombres. Me llamó poderosamente la atención la heterogeneidad de los que allí rezan, ya que aparte de los judíos ortodoxos, con sus levitas negras, sus barbas y patillas onduladas, sus sombreros de ala, puedes encontrar a un soldado orando, con su fusil a los pies, su uniforme militar y su kippá de color militar, o a un joven, con su patineta o su mochila, sus vaqueros descosidos, su camiseta joven y, por supuesto, su kippá, que los jóvenes suelen llevar de todos los colores, conjuntando con la ropa que llevan puesta.

Finalmente el lugar de oración de las mujeres, que es la fracción de muro más pequeña, y que se encuentra también al aire libre, a la derecha, mirando de frente, del espacio d los hombres. Ellas se han de cubrir la cabeza con un pañuelo.

Ni qué decir tiene que fue en el muro cuando tuve mi primer contacto con la realidad el viaje, cuando me vi a los pies de la muralla, entre los judíos ortodoxos que se hacían hueco conmigo en el muro, y entonces me dije: “¡Es verdad, estoy en tierra santa, esto no lo estoy viendo en un documental de National Geographic!”. A ello tengo que añadirle que como, de las tres veces que fuimos al muro, dos de ellas fueron fuera del programa, es decir por nuestra cuenta, y al no estar constreñidos ni por el guía ni por el horario, es un sitio que se disfruta mucho más, paradójicamente para poder hacer un rato de oración con detenimiento.


Y hablando de oración, en este lugar es costumbre, para los judíos, presentar sus intenciones de oración en forma de papelillos escritos que se meten entre las grietas, rendijas e intersticios de las propias piedras del muro. Lo que así hicimos, especialmente con los papelillos que familiares y amigos nos habían dado previamente, con sus intenciones para ser depositadas allí. También metí un papel, mío, que ponía: “Por mí y por todos mis compañeros blogueros” y de la misma manera, los compañeros del trabajo en El Corte Inglés a última hora quisieron que hiciera lo mismo por ellos, que introdujera un papel que dijera “Por mí y por todos los compañeros del trabajo”, pero como se acordaron de ello en el último momento, cuando ya habia terminado el turno y me iba a mi casa, por las prisas, a la hora de buscar un papel donde escribir, echaron mano de un talón de compra, esos amarillos que nos dan de resguardo cuando compramos con la tarjeta… Todas estas intenciones y papelillos se recogen antes de la celebración de la Pascua judia, en la que el muro ha de estar limpio, y en respeto a las oraciones que contienen un grupo de rabinos especiales las entierran.