miércoles, 10 de agosto de 2011

BET-FAGHÉ... ¡HOSANNA AL HIJO DE DAVID!

Los que iban delante y detrás gritaban:
¡Hosana! Bendito el que viene en nombre del Señor.
Bendito el reino de nuestro padre David que llega.
¡Hosana al Altísimo!

(Mc 11, 9-10)


He de reconocer, que lo mismo que me sucediera con la visita a la Tumba ortodoxa de la Tumba de la Virgen, de la que no tenía ni remota idea de su existencia, antes del viaje, me ha sucedido lo mismo con esta pequeña iglesita en la ciudad de Bet-Faghé, lugar –del que desconocía absolutamente el dato antes del viaje- partió la comitiva que acompañaba a Jesucristo en su entrada triunfal en Jerusalén, y que sigue siendo, actualmente, el punto de partida el Domingo de Ramos para toda la comunidad cristiana, en solemne procesión, junto con peregrinos de todos los lugares de la tierra, en una visión que, según Juan Ramón, nuestro guía, es verdaderamente sobrecogedora por la fe y la alegría.

Y es que la entrada del Señor en Jerusalén, entre vítores de victoria, y cantos de alabanza es motivo de alegría, aunque no debemos olvidar que, detrás de cada alegría, la vida, que es así de injusta, puede que nos sorprenda una tristeza… como al Señor todos aquellos seguidores, y toda esa alabanza, se le evaporó al verse solo y abandonado en su camino por la Vía Dolorosa… “Hay que estar a las duras y a las maduras” nos dice el refrán, que compendia la sabiduría popular, aunque desgraciadamente, nosotros somos igual de inconstantes, acompañamos a nuestros familiares y amigos, con alegría, en sus momentos de victoria, pero los abandonamos en cuanto les roza la dificultad, la enfermedad o la muerte, una cosa es cierta, en ambos casos, sólo la presencia del Señor es la que permanece.

En la Iglesita, la llamo así porque es pequeña, destacan los frescos de las paredes, en la que aparece representada la comitiva de los personajes que acompañaron al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén: los niños, las mujeres, los hombres… soldados romanos contemplan preocupados la escena, al tiempo que los sumos sacerdotes se indignan por el recibimiento que se le está dando al Señor… siempre me ha gustado, sobretodo en aquellas ocasiones en las que parece que a los cristianos se nos niega la palabra, esa respuesta que dio el Señor a los fariseos cuando le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos” y él respondió: “Os digo que si éstos se callaran, gritarian las piedras” (Lc 19, 39-40), y es que eso es lo que sucede muchas veces, que la gloria del Señor y su triunfo palidecen en el mundo por culpa de nuestra vergüenza, de nuestra hipocresía, de nuestra falta de compromiso o nuestra incoherencia, pero no pasa nada, la Gloria del Señor siempre triunfa, porque aún llegado el caso de que la Iglesia entera desapareciera, “las piedras continuarían dando gracias a Dios por Jesucristo nuestro Señor”…

De la misma maner aparecen algunos personajes bíblicos, como Zaqueo, que como sabemos, porque era bajo de estatura, se tuvo que subir a un sicomoro para poder ver pasar al Señor.



Como detalle curioso, pudimos echar una foto fugaz a dicho sicomoro, al que se dice, según la tradición, fue aquel al que se subió Zaqueo para ver al Señor pasando…  aunque eso cuesta que casi me quede en tierra, ya que el autobús echó a andar sin darse cuenta de que yo… ¡aún estaba echando la foto al sicomoro!

Protegida por una reja, en el interior de la iglesita de Bet-Faghé hay una piedra, dice la piadosa tradición que es la piedra en la que el Señor se aupó para subirse a la borriquilla, aunque nada más lejos de la realidad, o más cerca de la piedad popular, porque como muy bien nos dijo el guía, teniendo en cuenta la altura de Jesucristo, cercana al metro ochenta (según la impresión de la Sábana Santa) y la altura de la mencionada roca, entonces habríamos de suponer que la piedra le sobraba al Señor para poder subirse en la borriquilla, o la borriquilla, dada la escasa altura de la piedra era tipo micromachine, es decir, mínima…