Tus fieles, Señor, verán con alegría,
que he esperado en tu Palabra.
(Salmo 119, 74)
A quienes no conozcáis la Renovación Carismática Católica se os hace precisa una pequeña explicación… Ante todo, la Renovación, no es un movimiento al uso, de cuantos proliferan en la Iglesia en la actualidad, es más bien –en palabras del fallecido Cardenal Suenens, a quien Juan Pablo II encomendó ser el primer director espiritual de la Renovación Carismática Católica- una corriente de gracia, suscitada por el Espíritu Santo, para que aprendamos a desempaquetar ese gran don y regalo (muchos aún ni lo han abierto) que es nuestro bautismo, y con él la efusión del Espíritu Santo (“Mirad, voy a enviar sobre vosotros el Espíritu Santo” (Lc 24, 49 ) que nos da la fuerza para ser auténticos testigos, en nuestra vida, de que Jesús es el Señor, para Gloria de Dios Padre y para que el mundo crea… y seamos capaces de vivir, puesto que el Espíritu Santo no es una pila que se gasta, de la misma manera que los cristianos de las primeras comunidades, las que se narran en los Hechos de los Apóstoles o en las Cartas de Pablo: Alabando, haciendo prodigios, sanando, orando en lenguas, cantando, bailando, dando gracias al Señor en todo momento… por eso se nos tacha de locos o extravagantes, por vivir con la alegría y la fe de los primeros cristianos, toda vez que –hoy en día, trsitemente- el ser cristiano se ha reducido, para muchos, en agachar la cabeza, tragar con unos dogmas, ir a misa y punto final…
Normalmente, en la Renovación se reciben unas catequesis llamadas de las siete semanas, por su duración, en las que te explican el amor de Dios, que Jesús es el Señor, los dones y los carismas del Espíritu Santo… tras las cuales, acompañado por el resto de los hermanos, se tiene una pequeña ceremonia, llamada de Efusión del Espíritu, que al contrario de lo que se cree, no se trata de recibir nuevamente el Espíritu Santo, que ya recibimos una vez para siempre en el bautismo- sino de que los demás hermanos oren por ti para que redescubras toda la fuerza del Espíritu Santo en tu vida, descubras sus dones y carismas en ti, y los pongas al servicio de tus hermanos… suele ser costumbre que algún hermano, que ora por ti con especial intensidad en ese momento, una especie de madrina o padrino, te regale en ese momento una Palabra del Señor, para empezar a caminar con una fuerza nueva, renovada… de ahí el nombre de Renovación… En mi caso esta Palabra fue:
Hasta que yo llegue, dedícate a leer, exhortar y enseñar. No descuides tu carisma personal, que te fue concedido por indicación profética al imponerte las manos los ancianos. Sé diligente en estas cosas, ocúpate de ellas, de modo que todos puedan ver tus progresos.
(1 Tm 4, 13-14; - 14 de Noviembre de 2.001)
Precisamente por esto, si ya antes amaba y gustaba la Palabra de Dios, desde entonces mi fidelidad a la misma ha sido mayor, y por eso he de pedir perdón por mi intransigencia, a veces profética, si he escandalizado a alguien con mi negativa a quedarme, en las celebraciones eucarísticas, a escuchar la homilía porque, como ya dijera el propio San Pablo: “Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; al hacerme adulto, abandoné las niñerías.” (1 Cor 13, 11), por eso no estaba dispuesto a soportar que en un ámbito de tanta oración y sentimiento como Tierra Santa vinieran a predicarme cuentecitos y fábulas del Padre Anthony de Mello, S.J., por muy útiles y ungidos que puedan resultar en un momento dado, pues no son Palabra de Dios…. y no lo digo sólo por este caso concreto, que me da igual que la Palabra de Dios sea mancillada por un sacerdote, un obispo, una conferencia episcopal entera o la mismísima Virgen Santísima (¿Alguien se cree, por ejemplo, que en las apariciones de Medjugorje, la Virgen lleva ya publicados, a fuerza de mensajes semanales todos los miércoles, más volúmenes que la propia revelación contenida en la Biblia? ¡Vamos ya, hombre, un poco de respeto a la Palabra de Dios!)
Para mí, la fidelidad a la Palabra de Dios se encarna, por ejemplo, en la propia fidelidad del profeta Elías, a quien la reina Jezabel buscaba para matarlo por no someterse a la palabra de los falsos profetas de los dioses paganos que ella adoraba… y hablar de Elías es evocar su milagro en el Monte Carmelo, cuando reta a los falsos dioses a que prendan fuego a un sacrificio preparado por sus falsos profetas sin conseguirlo, mientras que a él sólo le basta invocar a Dios para que el fuego del Señor consuma el sacrificio…
De hecho, una vez, yendo a trabajar, me encontré canturreando esta cancioncilla inventada por mí, orando sobre este mismo tema:
Una reina porfía,
quitarle la vida a Elías,
porque no se sometía,
a la falsa profecía.
En la cima del Carmelo,
el profeta lanza el reto,
si tu dios es verdadero,
mande fuego desde el Cielo.
¡Virgen del Carmelo,
purifica así a tu pueblo,
manda desde el fuego el cielo,
que confirma la Palabra del Señor!